La prisa por digitalizar: cuando un ERP destruye más valor del que crea
En 1999, Hershey quiso modernizarse a toda velocidad. Comprimió un proyecto ERP de 48 meses a 30, lo lanzó en temporada alta y apostó por un Big Bang sin pruebas suficientes. El resultado: US$150 millones en ventas perdidas y una caída del 8% en su acción. La tecnología no falló sola. Falló la dirección que confundió velocidad con transformación. Hoy, con la fiebre de la IA, más de una empresa está caminando por la misma ruta.

En 1999, Hershey decidió dar un salto tecnológico. El plan era ambicioso: reemplazar sistemas legados con una plataforma integrada de ERP (SAP R/3), supply chain y CRM.
El argumento parecía irrefutable: modernizar antes del temido Y2K.
Lo que en el papel era un proyecto de 48 meses, se comprimió a 30. Había que llegar rápido, sin margen de demora.
La promesa
Un sistema integrado que diera visibilidad total, redujera costos y permitiera responder a la demanda de Halloween y Navidad con precisión quirúrgica.
La realidad
- Cronograma suicida: el tiempo de pruebas se redujo al mínimo.
- Big Bang: todo se implementó de golpe, sin fases ni pilotos.
- Go-live en temporada alta: el corte ocurrió justo cuando la operación estaba en máxima tensión.
- Gestión del cambio inexistente: equipos mal preparados, procesos sin ajuste, resistencia cultural.
El resultado fue un desastre:
- Hershey no pudo procesar US$ 100 millones en pedidos, a pesar de tener inventario disponible.
- Perdió US$ 150 millones en ventas en un trimestre.
- Sus acciones cayeron 8% y las utilidades bajaron 19%.
El verdadero error
El fallo no fue de SAP ni de la tecnología.
Fue de la dirección que confundió velocidad con control y digitalización con transformación real.
El apuro por “mostrar resultados” en el directorio llevó a ignorar pruebas, procesos y cultura.
La consecuencia fue que el ERP no modernizó la cadena: la bloqueó.
El espejo de hoy
En 2025, el escenario se repite con otro nombre: la prisa por subirse a la IA y la digitalización en meses.
Se anuncian proyectos que prometen revolucionar operaciones en plazos imposibles, con cronogramas de PowerPoint que jamás resisten la fricción del día a día.
La pregunta no es si la tecnología es necesaria (lo es).
La pregunta es: ¿están las organizaciones dispuestas a rediseñar procesos, probar con rigor y asumir la curva de adopción que la realidad exige?
Cierre
Hershey aprendió a golpes que un ERP puede destruir más valor del que crea si se implementa con prisa y sin fundamentos.
Hoy, muchas empresas corren el mismo riesgo con IA, digitalización o automatización.
La ironía es que, en el intento de ser más ágiles, terminan construyendo sistemas que las hacen más frágiles.
Porque la tecnología no salva de los errores humanos.
Solo los amplifica.

