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El culto al benchmark: cuando dejar de pensar se volvió política empresarial

Mucho se habla de benchmarks como si fueran el camino seguro al alto desempeño. Pero en supply chain, copiar el promedio de otros sin contexto es más peligroso que útil. En este artículo desafiamos la obsesión por los benchmarks y explicamos por qué pensar sigue siendo el mejor diferenciador estratégico.

“¿Cuál es el benchmark?”
Esa pregunta, en apariencia inofensiva, se ha convertido en una muleta peligrosa. Una especie de atajo mental que muchas organizaciones usan no para mejorar, sino para dejar de pensar.

Lo que alguna vez fue una herramienta útil para orientarse en la niebla, hoy se volvió una excusa para evitar discusiones incómodas. Un refugio elegante para el que no quiere cuestionar sus decisiones, procesos o realidades.

El benchmark como escudo

Es tentador usar un número externo como vara: “El fill rate de la industria está en 95%”, “el OTIF de los líderes es 92%”, “el inventario promedio es de 18 días”.
El problema no es el dato, sino lo que hacemos con él.

Muchos no buscan entender ese número, lo citan como dogma. No preguntan cómo se calculó, en qué contexto, ni si es comparable. Les basta con saber que “es lo que se espera”.

Pero, ¿espera quién? ¿con qué capacidades? ¿en qué país? ¿con qué restricciones operativas?
El benchmark se vuelve inútil cuando se usa como escudo, no como espejo.

La trampa del promedio

Los benchmarks más citados suelen ser agregados o promedios de múltiples empresas. Es decir: no representan a nadie en particular.
Usarlos para justificar decisiones estratégicas es como construir una casa con datos del clima promedio mundial: puede que te sirva en teoría… pero en la práctica te vas a mojar.

En supply chain, el contexto lo es todo:

  • El lead time de abastecimiento depende de tus proveedores, sí, pero también de tu aduana.
  • El nivel de inventario óptimo no se calcula con una fórmula genérica, sino entendiendo tu mix, tu rotación y tu capacidad de respuesta.
  • El fill rate no tiene sentido si no se compara con el costo del stock adicional y la sensibilidad real de tus clientes.

Pensar es más difícil, pero también más valioso

No se trata de desechar los benchmarks, sino de reencuadrar su rol:

  • No son metas.
  • No son garantías de éxito.
  • No son excusas.

Son puntos de partida. Preguntas disfrazadas de respuestas.
La verdadera ventaja competitiva no viene de copiar el promedio de otros, sino de entender tus propias variables mejor que nadie.

En Fase Cero creemos que el pensamiento crítico vale más que el número correcto.
Porque no se transforma una operación con benchmarks, sino con decisiones bien razonadas, incómodas a veces, pero propias.